martes, 2 de octubre de 2007

La verdadera historia de los supercampeones...

¿Quién no recuerda a los supercampeones? Aquel dibujo animado japonés de mediados de los ´80 que llegó a nuestro país una década después e intentaba promover el fútbol en las tierras del sol naciente. La historia tenía como protagonista a Oliver Aton, un pibe japonés que jugaba todo el día a la pelota y era un pichón de crack. Como era de esperar Oliver era la estrella de su equipo y, gracias a él, siempre salían campeones. Con el tiempo, crece y es convocado, junto a varios de sus adversarios, al seleccionado de Japón. Hasta ahí la historia contada por los animadores nipones.
Sin embargo, detrás de ese idílico cuento, se oculta una desgarradora historia que lejos está de la trama narrada en el animé. Según nuestras fuentes, los creadores de la serie habrían venido a la Argentina (por ser un país bien futbolero) para encontrar la inspiración necesaria y así encarar el nuevo proyecto de manera óptima. Luego de una exhaustiva recorrida por clubes de baby fútbol, recalaron en el Club Parque donde un chico llamado Tomás Olivera (de ahí Oliver Aton), la descosía todos los partidos. Los japoneses rápidamente se dieron cuenta de que la búsqueda había concluido y empezaron a seguirlo a todas partes. Tomás era un chico de clase media que vivía en Villa del Parque, era hincha de Argentinos Juniors y la rompía con la pelota o rompía las pelotas o ambas.
Un día mientras jugaba un picadito en la placita, una barrita quiso robarle la pelota, pero él no se dejó. Entonces el arquero, que se llamaba Benji y era el líder de la banda, lo desafió a un partido: el ganador se quedaría con la pelota y con la novia de Olivera a la que le decían Paty porque estaba comiendo hamburguesas todo el tiempo y hacía pilates para compensar. Tomás acepta y junto con sus amigos del club comienzan a practicar para el gran partido. Una tarde, mientras entrenaban, vino un brasuca borracho a pedirles unas monedas y lo convencieron para que fuera su DT -parece que era del club del Coco- y aparte, como era mayor, para que les comprara el codificador trucho para ver los canales porno. Roberto Chorrinho, tal era el nombre del ahora entrenador, era un ex jugador que vio trunca su carrera por un desprendimiento de retina. Deprimido, por no poder jugar en Europa, ganar millones de dólares y salir con las modelos más lindas, encuentra consuelo en el alcohol. Roberto se preocupa más por tener la botella llena que por cuidar a los chicos y no se percata de que uno de ellos, Bruce, tenía la incontenible manía de parase frente a los chumbazos de sus compañeros y parar así la pelota con la cara lo que terminó por causarle una embolia al cuarto día de entrenamiento. El partido duró 20 minutos: la pelota cayó en el patio de una vieja que, con un cuchillo de carnicero, la pinchó y amenazó con llamar a la policía. En la serie tuvieron que estirarla como 4 semanas porque cada jugada era eterna, ya que mostraban al jugador de turno corriendo con la pelota mientras escuchábamos sus pensamientos conflictivos acerca del desarrollo del juego y otros dilemas existenciales. Finalmente, el equipo de Benji y el de Olivera se fusionan para enfrentar a equipos de otros barrios pero por plata. Estos encuentros siempre terminaban a los tiros o a las piñas por algún fallo polémico y los festejos eran con birra en la vereda pero decían que era gatorade... Más tarde se les une Tommy Sacchi (Tom Misaki para los japoneses), un tano que vino de mochilero desde USA porque el viejo era un pintor hippie que aspiraba unos ácidos y lo hacía pasear por los 4 puntos cardinales del planeta. Olivera y Sacchi se llevaban bien, y hacian jugadas copadas entre ellos que les permitían vencer a sus adversarios y alzarse con el botín en juego.
Así se cruzan con varios rivales de fuste, como Andy que tenía problemas respiratorios de tanto fumar porro e inhalar poxirrán. Cuando terminaba el partido, tuvieron que llamar a la ambulancia porque Andy cayó como una bolsa de papas y no se levantó más. Otros adversarios destacados eran los hermanos Kinoto, hijos de un tintorero japonés. Los Kinoto eran unos hermanos gemelos que cuando no laburaban con el viejo, hacían piruetas en los semáforos por unas monedas.
Sin embargo, el clásico era contra Piola Vago, el equipo de Johnny Tempomo (Steve Hyuga en la serie), un negro de Fuerte Apache zarpado en paco, cuyo prontuario tenía más páginas que la enciclopedia británica. El flaco repartía diarios porque tenía que mantener a 20 hermanitos -todos de padres diferentes-, pero, como no le alcanzaba, se afanaba hasta la tierra de los
canteros. Aprovechaba la patada que había adquirido robando autos junto a un tío borracho y se anota en el torneo del barrio. Allí lo descubre una chetita que es la directora de un colegio privado de Recoleta y le da una beca a cambio de que ingrese al equipo del colegio.
A partir de ahí se convierte en el nuevo enemigo de Olivera.
La historia no tuvo el final feliz que se vio en la pantalla chica. Johnny, junto a sus amigos de Fuerte Apache, asaltó el colegio y murió en el tiroteo con la policía. Olivera lo mató a Benji de un puntazo, cuando se enfrentaron en un duelo a muerte por el amor de Paty. A raíz de ello, entró en una profunda depresión llena de excesos que le cortó definitivamente su futuro futbolísitico. Los japoneses, por obvias razones, niegan cualquier relación de estos hechos con los del dibujo, pero ya sabemos cómo fueron las cosas. Lo demás es puro cuento...

1 comentario:

Anónimo dijo...

loco eri terrible barsa te adueñas de la historia de los super campeones, eri peor que los trole que andan inventando videos de oliver cojo, tu mamam es una prosti che