domingo, 16 de diciembre de 2007

Papelón russo y... ¿Despedida?

Era su última chance para asegurar su permanencia. Para ello, dependía de la obtención del Mundial de Clubes y el Milan se presentaba como un escollo dífícil aunque no imposible. Pero fue fracaso. Claro, contundente y doloroso. Una goleada que, como dijo Niembro cuando el resultado era irreversible, "Puede traer consecuencias".
En el primer tiempo, Boca sorprendió con su "diagrama táctico". Planteó un partido de igual a igual ante un equipo que, desde lo previo, lo superaba claramente en individualidades. A diferencia de Bianchi, que en todas sus finales intercontinentales tomó muchas precauciones, Russo arriesgó demasiado. No tomó en cuenta que la disciplina y el orden tácticos suplen la carencia de talentos, teniendo en cuenta que Riquelme estaba en la platea, jugó sin enganche y presentaba debilidades defensivas. Ofreció un duelo mano a mano con un Boca parado varios metros arriba presionando, obstaculizando la salida y disputando el protagonismo a los italianos. Tomó en zona a Kaká -un fuera de serie que además estaba iluminado- quien deambuló por el sector derecho del ataque milanista los primeros minutos hasta que se estacionó definitivamente en la franja izquierda. Allí, aprovechó los huecos que dejaba Ibarra con sus proyecciones y encaró a una defensa que nunca dio garantías. El primer y el tercer gol se gestaron en esa zona. Inzaghi abrió el marcador a los 20 minutos del primer tiempo. Enseguida igualó Rodrigo Palacio de cabeza. Boca iba y venía y apostaba un pleno a Palacio -junto a Banega únicas cartas de desequilibrio- mientras el Milan hacía circular la pelota y esperaba pacientemente que su rival gastara sus energías. El partido era parejo y el Milan parecía un equipo dormido.
El segundo tiempo fue completamente distinto. Los italianos salieron decididos a llevarse el partido. Se adelantaron varios metros en el campo e incluso se proyectaba el veterano -y ganador de 25 títulos- Paolo Maldini. Una de las tantas distracciones defensivas posibilitó el segundo gol del Milan, logrado por Nesta con una magnífica volea. Ese fue el punto de quiebre. Boca se desordenó por completo en el mediocampo. Battaglia ya no podía contener los embates del conjunto europeo. Los ataques xeneizes eran desorganizados, sin relevos ni coberturas. Para colmo, por las bandas no había forma de detener a Kaká y a Seedorf y la contundencia rossonera volcaba definitivamente la balanza. Boca arriesgó más de la cuenta cuando al encuentro le quedaban varios minutos por jugar. En ningún momento supo enfriar el partido, parar la pelota y rearmarse. Atacó ciegamente y lo pagó carísimo. El tercer gol liquidó el encuentro y en el cuarto Boca sólo deseaba que se inventara la teletransportación para desaparecer del estadio. Las modificaciones en el equipo argentino nada lograron. Ledesma se fue explusado y el utilero no tuvo ni que lavar la impecable camiseta que le devolvió Gracián. El gol en contra de Ambrossini, achicó las distancias en el score pero no en el juego. Tal vez la historia habría cambiado con el disparo de Ibarra en el palo, o el fino offside de Palacio que la TV no repitió, o si Caranta no tapara con los pies para adelante... pero son sólo atenuantes. El Milan cumplió con el favoritismo y se consagró justo campeón.
La continuidad de Russo sigue en duda pese al apoyo de Maradona. Pareciera que el DT de Boca no hubiera visto ningún video del equipo italiano, tirando así por tierra su descendencia bilardista. Tampoco supo cómo adaptarse a la situación adversa y reestructurar al equipo.
Varios nombres ya suenan como posibles sucesores: Gustavo Alfaro, Guillermo Barros Schelotto o Diego Cagna son algunos de los que sueñan con suceder al zar Russo.

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